Cirillo y el Mercado de los Sueños
Un pequeño osito color miel, con bufanda azul y gorrito, sueña con ir al mercado con su mamá, imaginando puestos llenos de juguetes y aventuras.
Cirillo era un pequeño osito de pelaje color miel y ojos vivaces como dos botones brillantes.
Vivía con Mamá Osa en una casita de madera al borde del gran bosque, un lugar tranquilo donde los días transcurrían entre el aroma de galletas recién horneadas y el canto de los pajaritos.
Cada mañana, Cirillo se despertaba temprano.
Desayunaba leche caliente con miel y luego ayudaba a su mamá a tender la ropa o barrer el patio.
A veces se ponía a dibujar con lápices de colores, llenando las hojas con castillos, dragones y montañas cubiertas de nieve.
Otras veces jugaba a ser explorador, descubriendo cada rincón del jardín.
Pero ese día no era un día cualquiera.
Mamá Osa tenía una sonrisa especial en el hocico y, mientras preparaba el desayuno, anunció:
“¡Cirillo, hoy vamos al mercado de la ciudad!”
Los ojos de Cirillo brillaron como estrellas.
¡El mercado! Ese lugar mágico del que había oído hablar tantas veces: puestos llenos de frutas aromáticas, telas de colores y, sobre todo, juguetes de todo tipo.
Siempre había imaginado montones de trompos, trenes de madera, ositos más grandes que él y cometas danzando en el cielo.
“¡Mamá, mamá! ¿Habrá tambores de madera? ¿Y caballitos de balancín? ¿Y… y bloques de construcción?”
Cirillo saltaba por la habitación, incapaz de quedarse quieto.
“Habrá un poco de todo, pero recuerda, pequeño mío: en el mercado hay que mantenerse cerca y no salir corriendo.”
Cirillo asintió… al menos en apariencia.
Por dentro, ya soñaba con correr entre los puestos, con la nariz llena de aromas y las patitas sin saber qué tesoro agarrar primero.
Cuando terminaron el desayuno, Mamá Osa le puso su bufandita azul y el gorrito con pompón.
Cirillo tomó la pata de su mamá y juntos se encaminaron hacia la ciudad, con el corazón del osito latiendo fuerte de emoción.
Ese día, el sol brillaba alto y el camino hacia el mercado parecía más corto de lo habitual.
Cirillo, apretando la pata de su mamá, solo pensaba en una cosa: los juguetes.
Aún no sabía que ese día le enseñaría una lección que nunca olvidaría.
